El regreso

No sé si mirar el vaso medio lleno o medio vacío. Tengo tantas razones para hacerlo tanto desde un punto de vista, como desde el otro. Si habéis llegado hasta esta línea, quizás os preguntéis el porqué de todo esto.

El verano ha sido diferente. Me encuentro en una situación estable. Las prácticas en La Gaceta de los Negocios están marchando mucho mejor de lo que pensaba cuando llegué aquí el último y de medio milagro. Sin embargo, he conseguido sentirme como uno más, en una redacción afectada por cuestiones a las que denominaremos como "externas a medias". Seguramente saldré de aquí el día 30 de septiembre, pero lo haré con la cabeza alta y con el convencimiento del trabajo bien hecho y de que puedo hacer algo en este mundillo si termino por tener la decisión obligada en un periodista.

Este verano he aprendido a valorar más las cosas, a ser más observador y a estar más atento a todo. Concretamente, a todo lo que me importa. Porque sigo pasando de muchas cosas y decidido a seguir con aquello de que estoy para disfrutar y no para llevar de la mano a todo el mundo. La vida es para los egoístas, pero siempre con amor y cariño.

Hasta aquí la posición del vaso medio lleno. Ahora cambio de lugar y miro el vaso medio vacío. Si habéis leído hasta esta línea, quizás os preguntaréis el porqué. Yo os la cuento. Es lo de siempre, el amor. Cada día más, me soy cuenta de que las mujeres me gustan demasiado. Que lo que tiene la una, no lo tiene la otra. De que son tantos frentes abiertos en este incendio que no se cuál atacar, ya me he dado cuenta. He conseguido darme cuenta de que tengo que concentrarme en un objetivo, pero sigo sin darme cuenta del nombre y apellidos de ese objetivo. Las mujeres se han convertido en fuego para mí, pero no soy capaz ni de jugar ni para quemarme, que es lo que necesito. Yo soy agua y las robo el oxígeno. No quiero apagar llamas, quiero crearlas. Señores, este es el regreso. Y vuelvo con ganas (pero, repito, sin objetivo).

¡Suerte!