lunes, 16 de marzo de 2009

Salamanca.

La improvisación fue el quinto acompañante que tuvimos en Salamanca. La gente que iba a venir se quedaban en Madrid por diferentes motivos; unos más convincentes que otros. Pero no fue excusa para meter mi gran disco grabado para la ocasión y disfrutar de dos horas de conducción. La llegada fue otra odisea. El 'órbitas' exigiendo el pago. Eva y yo con el coche por las calles peatonales del centro de la ciudad intentando aparcar (al final volvimos a la puerta de la pensión). Cena campestre y nueva intentona de aparcamiento. Acabamos dejando el coche en un paking de pago. Pero puedo afirmar que había más chicas guapas que coches ocupando plaza de aparcamiento.

Llegó la noche y llegaron las cachimbas, lo que no eran cachimbas y la bebida. Fiesta en la habitación y desorientación en las calles. No sabíamos a que local ir.

Al día siguiente, con los cuerpos regulares nada más, nos fuimos a visitar el centro de Salamanca. Si no hice cien fotos no hice ninguna, no creo que tenga que explicar nada más. Encontré antes a la rana que al astronauta; cosas de la vida. Unos regalitos y varias cervezas acompañaron la visita.

De nuevo la noche y de nuevo la vida perra. Tuvimos más éxito con los sitios. Acabamos en una especie de cine en tres dimensiones o función de teatro con el público en las tablas. Aquello era para mirar y reflexionar. Salamanca, la que no es... en fin. En definitiva, quiero volver y disfrutar mejor de esta gran ciudad.


¡Suerte!

1 comentario:

Ángela Paloma dijo...

Querido Luis,

Salamanca es una ciudad que aún no he visitado. Sin embargo, está en mi lista de prioridades...

Un abrazo