miércoles, 28 de enero de 2009

La magia de la palabra.

El mundo moderno solo tiene un pilar: las palabras. Sin ellas, nada de lo que tenemos podría ser posible. Da Vinci, por mucho que dibujara, no podría explicar sus inventos; Bill Gates no podría explicar cómo se abren ventanas en un ordenador; Fernando Alonso no podría conducir un Fórmula 1; ni Barack Obama hubiera encandilado al mundo con su oratoria. Las palabras son la base de la comunicación (lógico).

Como ya sabéis, estudio periodismo. Estoy a año y medio de acabar y , si hay suerte, de ejercer profesionalmente. Mis herramientas de trabajo son los ordenadores, los micrófonos, las camaras, las grabadoras, los cuadernos. Pero lo cierto es que estas máquinas se engrasan con palabras.

El pueblo se informa mediante palabras. Por miles de imágenes que se muestren, si no se explican carecen de valor. Pero los informadores deben cuidar su lenguaje. Al igual que se puede transmitir la realidad del mundo, se puede mentir. Las mentiras siempre llevan forma de palabras.

Aquella persona que inventara el alfabeto tiene toda mi admiración. Con las palabras me ha dado la vida y me ha hecho venirme arriba para dar la forma más real a este mundo lleno de locuras que se trasmiten de boca en boca, palabra a palabra.


¡Suerte!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mi querido Luis,

Muy interesante este post... Las palabras. Gracias a ellas hay personas que vivimos. Son nuestro medio, nuestra herramienta y nuestro camino. Nuestra forma de ser y deber ser. Sin ellas no se consagraría esta vocación... Nos quedan las palabras Luis. Nos quedan las palabras...

Me queda la palabra

Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.

Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.

Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.

Blas de Otero