miércoles, 17 de diciembre de 2008

Perdiendo el tren.

Mírame. Igual que un gilipollas corriendo por la vía detrás de un tren que sé que no voy a poder alcanzar. Sí, ese soy yo, un absurdo cobarde. Y los errores se pagan.

No soy capaz de adelantarme a los acontecimientos. Esos mismos que no se ven venir pero que se intuyen, y que algún día tienen que pasar por ley de vida. Yo siempre creo que pasa más tarde que pronto, pero hoy me he dado cuenta que no. El tren pasó antes, mucho antes.

Mi cara de tonto hoy no es normal. El conductor del tren juega conmigo, me deja acercarme y cuando estoy más cerca (aunque tampoco mucho) acelera. Pero está empezando a dejar de vacilarme, y no para bien precisamente. Está acelerando y escapándose de mi vista, que muy de lince no es.

Sólo tengo dos opciones, encontrar un atajo y ponerme delante del tren; o parame, darme la vuelta y coger otro en el andén. Lo malo es que ese otro no sé cuánto queda para que pase. Lo mismo lo hace en un minuto que en diez años (o más). Ahora, mi pregunta es: ¿qué hacer?


¡Suerte!

1 comentario:

adara dijo...

se te ha pirao la pelota tio...