domingo, 28 de diciembre de 2008

El adiós.

Está decidido. La mejor salida a esta crisis emocional es la de decir adiós a mi actual estilo de vida. Este ritmo de vida acelerada tiene que parar. Tengo que mirar el mapa y escoger una ruta en la que pueda disfrutar del paisaje. Ya no necesito ir a gran velocidad por la autovía.

Decir adiós significa para empezar dejar el fútbol-sala. Pierdo demasiado tiempo en algo que ya llevo ocho años de mi vida y que ha perdido mi interés. Practicaba el fútbol-sala ya por costumbre. Buscaré nuevos retos en otro deporte aún por decidir. Pero no será un deporte de equipo, mi mente está por encima de la de un grupo de gente.

En segundo lugar, decir adiós será cambiar de estudios. Este año estoy perdiendo el tiempo en las aulas. Asisto a clase y no cojo ni apuntes. No sé cómo hacer los trabajos. Ya no me interesa esta profesión, vocación para unos pocos y negocio para la mayoría.

Y por último, decir adios será el fin de amistades y forma de vida. Cansado de las mismas personas de todos los días y de los mismos sitios de todos los días, necesito probar cosas nuevas. Soy una persona reprimida y mi personalidad necesita expandirse. El cambio de hogar se producirá dentro de dos años (no se puede adelantar).


¡Suerte! Y por cierto, ¡feliz día de los Inocentes!

miércoles, 24 de diciembre de 2008

La crisis de la Navidad.

Ni vacaciones, ni espíritu navideño ni ganas. Miro el calendario y veo que estamos a 24 de diciembre. Dicen que hoy es Noche Buena y mañana Navidad, pero creo que soy el último que se ha enterado. Me he levantado como si fuera un 28 de febrero. Sin ganas de hacer nada, igual que estos últimos días. Hay algo que me aparta de la alegría de estas fechas. Es mi crisis navideña particular.

Para empezar, sigo con mi busqueda existencial de reencontrarme conmigo mismo. Ahora mismo sé más o menos quién soy, pero no sé a dónde voy. Me faltan piezas para completar el puzzle, y las fichas que encuentro no encajan ni cortándolas ni a golpes. Por lo tanto, estoy más pendiente de mí que de la Navidad.

En segundo lugar, este año estoy desbordado de trabajos. Tengo que pasar cantidad de apuntes, y ni siquiera tengo todos. Tengo que hacer unos ochocientos catorce trabajos y no sé cómo empezar. ¿Cómo descubrir algo nuevo sobre el KERS? ¿Qué hay de novedad en el 23-F? ¿Cómo se hace el documento para que la imprenta se entere de lo qué quiero publicar? ¿Cómo manejar publicaciones del siglo XVII? Y lo peor de todo, ¿cómo conseguir que la investigación vaya por buen camino? Las puertas se me cierran y la Navidad no está en este pasillo.

Me hago mayor. Me acuerdo de la ilusión que tenía por que llegaran estas fechas cuando era niño. Me acuerdo pasar hace tres años la Noche Buena en Navatrasierra (Cáceres) con toda la gente de allí. Por lo menos este año aún tendré vacaciones (nunca se sabe lo que vendrá). Del 31 de diciembre de 2008 por la noche, al 1 de enero de 2009 por la tarde. Ahora, mi pregunta es, ¿volverá la Navidad?

¡Feñiz Navidad a todos los que leéis estas líneas! ¡Suerte!

lunes, 22 de diciembre de 2008

El poder del dinero.

22 de diciembre, día de la Lotería de Navidad. Para muchos el inicio oficial de la Navidad, para unos pocos afortunados el inicio oficial de una nueva vida. Y es que este sorteo es el más entrañable de todos. El Gordo es el premio que más cantidad de dinero recoge y el que más lo reparte. Es el Robbin Hood de las loterías.

Otra tradición de este día es que yo no veo el dinero por ningún sitio. Hoy se me ha quedado cara de tonto cuando en Soria aparecían varias personas afirmando que les había tocado El Gordo y el Tercer Premio. Y es que los números de la suerte se habían vendido a apenas 300 metros de distancia. A veces pienso que hay trampas, como en esos consursos rancios de la televisión. Nunca he conocido a alguien que le haya tocado.

Este sorteo es el que más me gusta, porque la noche de antes siempre imagino que me toca. Pienso en lo que voy a hacer con él, y no es poco, la verdad. Al día siguiente, mis números no están ni siquiera en al pedrea. Enciendo la televisión y lo único que sale es centenares de personas descorchando cava. Parece que le ha tocado a toda España menos a mi familia. Lo que hace el dinero.

Me queda el consuelo de que cualquier fin de semana me puedo llevar un pellizco mayor que el de esa gente y sin que el país entero me vea haciendo el tonto borracho como una cuba. También sé que cada noche del 21 de diciembre soñaré con que me toca El Gordo. La esperanza nunca se pierde, es el poder del dinero. Ahora, mi pregunta es, ¿seré algún día un afortunadito de a pie?
¡Suerte!

sábado, 20 de diciembre de 2008

El olor de la independencia.

Sólo quedan dos años para que me den mi piso, y me vaya a vivir a mi futuro hogar. Sí, soy uno de esos pocos afortunados a los que les toca una vivienda. Como todo, tiene unas ventajas y unos inconvenientes, pero como no está la cosa para quejarse escribiré sobre mis sueños y sentimientos.

Todo esto viene porque hace unos días surgió el tema de mi nueva casa. La verdad que ahora no recuerdo con quien fue la conversación, pero no importa. Mientras hablabamos, mi mente echó a volar y empecé a imaginarme en mi futura nueva vida. La verdad es que en mi cabeza soy la persona ideal para habitar un piso. Ya me estoy viendo reflejado en mi cerebro.

Cuando abra la puerta, veré en mi casa un sitio limpio y ordenado. Amueblado de manera moderna, sin que falte de nada. Si bajo al garage tendré mi BMW 530 negro aparcado en esa plaza de 25 metros cuadrados. Además, tendré un gran trabajo; uno de esos en los que los jefes no agobian porque son buena gente y uno de esos en los que pagan bien por hacer lo que más me gusta.
Eso sí, falta un pilar importante. El mismo que echo de menos en mi vida real. En mi piso ideal estará mi chica ideal, que será intenligente, simpática y guapa. Será la mujer idea. Por fin no estaré solo en la cama por las noches. Ahora, mi pregunta es, ¿cómo hacer realidad este sueño?

¡Suerte!

viernes, 19 de diciembre de 2008

La pausa.

Son días de relax mental; lejos del jaleo que estos días ha invadido mi cabeza y que la ha dejado en zona catastrófica. En apenas unas cuantas horas, la calma es la dueña del lugar.

Voy a tomarme este fin de semana de la forma más tranquila que pueda. Conseguir no pensar en todo aquello que me atormenta en la clave. Para ello, hacer cosas diferentes y estar en sitios diferentes. No quiero más trenes que se van por el horizonte, ni más necesidades de centrarme. Ahora sólo quiero estar agusto y que nadie me moleste.

He dado dos pasos atrás para coger carrerilla y subir las escalerascon más fuerza, sólo así podré llegar a la puerta que hay arriba. No sé lo que se esconde detrás de ella, pero quiero verlo, quiero saber cómo será mi futuro tras este tiempo de tranquilidad. Lo más fácil es que vuelva todo lo anterior, pero siempre hay la esperanza para que la cosa cambie.

Desde hace tiempo, mi obetivo es el de ser feliz (supongo que coincido con muchas personas). Últimamente no lo soy del todo, me faltan varias piezas en el rompecabezas. Las busco y no las encuentro. Pero repito, en estos días paso de todo, sólo quiero paz. Ahora, mi pregunta es, ¿seré capaz?
¡Suerte!

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Perdiendo el tren.

Mírame. Igual que un gilipollas corriendo por la vía detrás de un tren que sé que no voy a poder alcanzar. Sí, ese soy yo, un absurdo cobarde. Y los errores se pagan.

No soy capaz de adelantarme a los acontecimientos. Esos mismos que no se ven venir pero que se intuyen, y que algún día tienen que pasar por ley de vida. Yo siempre creo que pasa más tarde que pronto, pero hoy me he dado cuenta que no. El tren pasó antes, mucho antes.

Mi cara de tonto hoy no es normal. El conductor del tren juega conmigo, me deja acercarme y cuando estoy más cerca (aunque tampoco mucho) acelera. Pero está empezando a dejar de vacilarme, y no para bien precisamente. Está acelerando y escapándose de mi vista, que muy de lince no es.

Sólo tengo dos opciones, encontrar un atajo y ponerme delante del tren; o parame, darme la vuelta y coger otro en el andén. Lo malo es que ese otro no sé cuánto queda para que pase. Lo mismo lo hace en un minuto que en diez años (o más). Ahora, mi pregunta es: ¿qué hacer?


¡Suerte!

martes, 16 de diciembre de 2008

La necesidad de centrarme.

Necesito parar, volver a parar y respirar hondo. Los días pasan a la velocidad de la luz y yo no me doy cuenta, y es que mi cabeza anda de paseo en las nubes y debe bajar al suelo urgentemente o explotará. Voy por la vida con demasiada vaguedad encima, más de la habitual, y ahora empiezo a entender que como no cambie la situación lo voy a pagar. Lo peor es que hasta hoy no he sido capaz de dar la vuelta a la tortilla.

No estoy seguro de si he perdido he control, pero estoy seguro de que tengo que bajar el ritmo. Necesito ponerme al día en todo. 2008 ha sido un año complicado y hay que asentar las bases para que 2009 sea perfecto; y la verdad es que este no es el camino.

Se acercan los últimos días del año, y comienza la reflexión sobre el mismo. Aprender de los errores y ser un poquito más feliz es mi objetivo. Sé lo que me falta, pero no sé cómo conseguirlo, aunque tengo claro que si me paro, vuelvo a pararme, respiro y me pongo a trabajar en mi caso, el resultado será positivo. Ahora, la pregunta es: ¿Seré capaz?


¡Suerte!

lunes, 15 de diciembre de 2008

Fin de semana mortal.

Estreno el blog un lunes en el que los párpados me pesan 5 kilos más de lo normal. Es lógico después de este fin de semana, donde las cenas, el despilfarro y las resacas fueron mortales.

Todo empezó un jueves. Cuando llegué a la puerta del salón de actos vi que los asientos eran cómodos, pero con las horas también comprobé que el día era interminable. Por fin cayó el Sol y llegó la noche, cervecitas y risas en casa de Judy y viaje al Diablito. Allí, más cerveza y más risas; y al final, "¡Camarero! ¡Unos chupitos!". Cuando salimos a la calle camino de la discoteca montamos el botellón ambulante, que consiste en mezclar todo en una botella de dos litros y beber andando.
A la puerta de la discoteca vi el fin de la noche. La hora de las listas habían pasado, y no había muchas ganas de pagar. Menos mal que se consiguieron pases. Los chicos pagamos igual, pero no nos íbamos a quedar en la calle. Ya dentro pasó de todo y nada bueno. Pero me callo que por una vez no va conmigo. A las 8 de la mañana llegué a esa cama a la que tanto quiero.

El viernes otra cenita. Ésta fue bastante light y no pasó nada que comentar, asique me voy al sábado directamente.

Las cenas con los compañeros de Ciudad de Alcorcón siempre son míticas, y esta no lo fue menos. A las 9 estába en Fuenlabrada tomando unas cervezas para ir acondicionando el estómago. Ya en el restaurante, la barra era parada obligatoria, igual que la birra que cayó. Cuando nos sentamos podimos disfrutar de jamón serrano, queso, lomo, langostinos, ensalada (somos deportistas), entrecot, tarta y contesa. Todo esto regado con buen vino al principio y mejor wiskhy al final. También disfruté con Casillas, que ,como yo, ha vuelto. El sablazo al bolsillo fue curioso, pero mereció la pena. Nos invitaron a otra copa al menos.
Como el gasto fue importante, algunos nos fuimos a un callejon con botella de wiskhy y ron en mano. Así preparamos la entrada a la plaza (de Fuenlabrada). Allí risas, risas, risas y más risas. También hubo copas y censura.
Pero lo mejor la vuelta. Aparecí en la puerta de la universidad. Sí, esa era a la churrería que nos quería llevar Rubén. Por cierto, estaba cerrada. Asique el colegui abrió el maletero y sacó unos sandwinch para desayunar.
Si creéis que la noche había acabado, que va; ahora llega lo mejor. Metrosur; parada Manuela Malasaña. El presidente y un compañero sentados en un bacon del andén. Más alante 12 policías. Nos bajamos en la siguiente parada. Al parece el pifostio se montó cuando un proyecto de segurata entrño en el vagón a desalojar a mis compañeros (que estaban haciendo la conga con los pantalones bajados) gritando "¡soy la autoridad!". Si digo carcajadas como respuesta es poco. El tiparraco se puso chulo y se encaró con uno de los entrenadores. Por supuesto ese momento había que inmortalizarlo. Pero la consecuencia fue un manotazo del 'segurata de la mochila' y la rotura de la camara. La jarana se montó más aún. Y el que gritaba que era la autoridad llamó a la autoridad de verdad. Unos 12 policías se personaron en la estación y se rieron del segurata (y de nosotros un poco también). Al final, el de la cámra en comisaria denunciando y el segurata denunciando a todos. Y los demás con el cachondeo todavía. Tengo ganas de ver esos vídeos.

Ahora viene lo chungo, que tiene nombre: d-o-m-i-n-g-o. Que duro fue. A las 12:30 partido con el Ala Oeste. Jugábamos contra los primeros, y a pesar de mi cantada, ganamos 7-1. Pero lo mejor vino por la tarde, en el partido con el Ciudad de Alcorcón. Viaje bajo una nevada a El Álamo a jugar contra los terceros. Resacón de todo el equipo y todavía con las risas de lo que había pasado al final de la noche. Partidazo lleno de emoción, aunque con bastante desequilibrio táctico. Al final. 5-8 ganamos. De poco les sirvió llorar a un árbitro que se dejaba insultar a la cara sin que sacara tarjeta a nadie de ellos. A nosotros sí, que para algo somos tontos. Por cierto, ese aficionado que hizo nos hizo un calvo cuando El Álamo empató a 5, que se coma su mierda, porque le sirvió de poco.

Hoy es lunes, y estreno blog más dormido que nunca, os iré contando mi aproximación a una Navidad de la que no tengo espíritu aún.


¡Suerte!

Con los ojos abiertos.

Está anocheciendo y por fin tu silueta aparece delante de mí. Una vez más, lo primero en lo que me fijo es en tus ojos, tu principal arma de mujer. Aunque el Sol cae lentamente por detrás de tu espalda, puedo ver que siguen igual de verdes y de grandes que la última vez. Por un momento me paro a pensar, el día que se vuelvan grises yo me consumiré a la vez que una cerilla, la misma que se hubiera arrimado a ellos.

Ya lo sabes, no puedo evitar pasar mi mano por tu pelo. Me encanta acariciar tu cabello corto de hoja perenne. Hoy el cielo está despejado, pero cuando llueve también me gusta mirar como las gotas van resbalando una a una hasta caer al suelo. Te coloco el pelo por detrás de las orejas, esas por las que oyes cada día el correr del agua, los cantos de los pajaros o la berrea de los venados en celo.

Tus labios son la puerta de unas palabras que sólo tú utilizas y que están adornadas con un gracejo natural propio de quienes están contigo; el acento naveño. Cuando susurras a centímetros de mi oído no quiero despertar de un sueño de esos en los que estoy con los ojos abiertos. Me explico, tu voz característica obliga a mi mente a desconectar del mundo, de todo menos de ti. Y repito, esta vez con los ojos abiertos.
Por un instante me separo de ti, lo que me permite observar que no has cambiado tu estilo: descuidado pero elegante. Perdona que arrime mi cabeza a tu pecho, desde donde puedo escuchar el latir de tu corazón. Según se va haciendo de noche las pulsaciones se van acelerando; es lo que tiene mantenerse sana. Desde esta posición puedo oler tu aroma a jara, lo que siempre me tranquiliza; todo sigue normal en ti.

Uno de los vicios a los que estoy más enganchado es al de pasear por tu cuerpo. Un contorno lleno de curvas perfectas y preciosas montañas y que miro casi siempre desde mis prismáticos marca Imaginación, que no se venden en el mercado. Pero esta tarde no, simplemente porque te tengo delante. Recorrer los mil caminos de tu piel, tanto a pie como con la vista, me da la oportunidad de descubrir decenas de historias y leyendas sobre ti.

Cuentan las páginas de los libros que reyes y conquistadores te conocieron, que importantes batallas se fraguaron allí donde tú estabas. También, dicen las bocas de las personas que más han vivido que tienes un tesoro en tu interior y que estás unida al mar. Yo sé que esto no es verdad, pero también sé que esas cicatrices tapadas por tu ropa me indican que un día buceaste bajo el océano.

Este verano te dije que dejaría las exploraciones para cuando tuviera más tiempo. A fecha de hoy, los días y las noches, sobre todo éstas, siguen durando menos que en otros sitios, por lo que he pensado que podemos disfrutar juntos, porque aunque tu presencia denote cansancio, tu alma es joven y está dispuesta a trasnochar con mi gente y conmigo.

Tienes que saber que hablo de ti a personas que no conoces, pero ellos si quieren hacer lo propio. Además, les he enseñado fotos y vídeos tuyos. Sólo espero que a la larga no te pase factura que te visite mucha gente. Eso sí, ten por seguro que estaré cerca de ti para cuidarte y para que te sientas más querida aún.

Hoy domingo han pasado un par de días desde que te vine a ver y ya te tengo que decir adiós, mejor dicho, hasta pronto. Intentaré soñar contigo esta y todas las noches, pero antes contaré los minutos que faltan para volver a verte. Y es que creo que me estoy enamorando de ti, Navatrasierra; de tu belleza exterior e interior. De lo que estoy seguro es de que te echaré de menos desde el momento en el que apoye la cabeza en la ventanilla de un coche que rodará a ritmo de caravana en una tarde con sabor a fútbol, pero sólo hasta que sueñe con los ojos cerrados.

Luis Valladares Garvín. Periódico Nuestra Nava. Nº 6, diciembre 2008.

Con los ojos cerrados

La vuelta a casa los domingos tiene ritmo de caravana y sabor a fútbol. No puedo ignorar todos los buenos momentos vividos estos días; momentos que se cuelan en mis sentidos en forma de miradas perdidas al horizonte, ligeros escalofríos y medias sonrisas. Al final siempre me puede la falta de sueño, apoyo la cabeza sobre la ventanilla y empiezo a soñar.

Y sueño que es un jueves especial, es puente y estoy más inquieto de lo normal. Mis ganas de llegar a Navatrasierra no me dejan estar más de dos minutos sentado en el sofá. Por fin escucho el sonido del motor del coche, pero lo cierto es que cada día que pasa me parece que mi destino está más lejos. Decido bajar la ventanilla, y un aroma atraviesa mi nariz, huele a jara, lo que es una buena noticia. Echo un vistazo a la carretera, donde las curvas son las protagonistas. Curvas que me dicen que no va a haber sitio para la tranquilidad y el sosiego y decido echar un envite al aburrimiento. La verdad es que no me atrevo a apostar más, y sólo porque tengo mucho que perder.

Las puertas del paraíso tienen el sonido de cerrojos con mil historias y cortinas de plástico barato. Y a la primera persona que veo allí es a mi abuela, pero también sé que desde las puertas del otro paraíso, el cielo, me saluda mi abuelo con la gracia más seria que pueda existir. Tras coger la maleta, me meto en casa y el frío se mete en mis huesos, recordándome que no hay calefacción; que de la ducha sale un pequeño chorro de agua templada; y que por las noches me voy a pelear contra un número importante de mantas, que siempre siguen la estrategia de irse al suelo. La verdad es que no me importa, y si me quejo es de vicio. Y sonrío.

Me falta tiempo para salir a buscar a mis compañeros de aventuras. Unos amigos que son como todo lo bueno en esta vida, simplemente únicos. Pero también el resto de personas de Navatresierra son, como se dice, buena gente. No puedo olvidar a todos aquellos que vieron obligados a ganarse el pan fuera de nuestras fronteras, en esos mundos que en su día eran más avanzados, pero también más oscuros y fríos. Tengo la certeza de que todos los días tienen un recuerdo para el sol español, y más concretamente para el naveño.

En Navatrasierra, los días y las noches, sobre todos éstas, duran menos que en otros sitios. Este pequeño pueblo es todo un gran mundo por descubrir. Pero dejaré las exploraciones para cuando tenga más tiempo. Ahora sólo quiero hacer lo mismo de siempre con la gente de siempre, porque al final siempre resulta ser algo nuevo. Salgo del bar, y me doy cuenta que las estrellas han robado el sitio a la luz. Para nada me importa.

Con la noche llegan la magia, las risas, los cantes, las palmas, las cajas flamencas y las guitarras españolas; ingredientes básicos para alimentarnos con cucharadas de rumbas. Soy joven, y quiero vivir ahora lo que no voy a poder vivir dentro de un tiempo. La gente dice que nos juntamos sólo para beber, pero lo cierto es que tener un vaso en la mano es la excusa para pasar las horas con aquellas personas a las que no veo durante semanas; personas a las que, hasta hoy, echaba de menos. El alcohol tiene consecuencias, como todo en esta vida.

El calendario me dice que el último día ha llegado, que vuelvo a mi vida de asfalto que es, por suerte, la base de mi pasado, de mi presente y de mi futuro. Me gusta el pueblo cuando rebosa vida, y me gusta menos cuando no se mueven ni las hojas de los árboles. Tampoco soy fan de las despedidas, pero he decidido dejarme caer allí donde mis amigos están. No nos decimos adiós, sino que hablamos de lo que vamos a hacer la próxima vez; y eso es lo mismo de siempre, pero me han convencido. La que sí se despide es mi abuela. No me gusta la imagen de verla cada segundo más pequeña mientras el coche sube la cuesta. Lo siento, prefiero no volver la vista atrás.

La vuelta a casa los domingos tiene ritmo de caravana y sabor a fútbol. No puedo ignorar todos los buenos momentos vividos estos días; momentos que se cuelan en mis sentidos en forma de miradas perdidas al horizonte, ligeros escalofríos y medias sonrisas. Al final siempre me puede la falta de sueño y apoyo la cabeza sobre la ventanilla y empiezo a soñar.

Al cabo de un rato abro los ojos y miro al coche de al lado. Allí veo a un hombre indignado, supongo que por la caravana. Seguramente también esté escuchando el fútbol, pero lo que no sabe el que el partido más importante se juega en el estadio de mi mente, donde se enfrentan el Sentimiento contra la Rutina. Ambos equipos buscan conquistar la copa de mis recuerdos. Yo soy aficionado del Sentimiento, que, un día más, juega como nunca y pierde como siempre.

Luis Valladares Garvín.Periódico Nuestra Nava. Nº5, agosto 2008.